
Verla así sobrepasa cualquier nivel de excitación. Dejarse tocar, su piel entregada a ellos mezclada con la mía, y el deseo que baila entre nuestros cuerpos. Silencio que rebota contra las paredes interrumpido por suspiros de placer. Sin miedos, sin secretos. Abiertos el uno a el otro para formar una energía plenamente sexual. Miradas cómplices