Todo BUEN pleito marital tiene de base dos palabras: “NUNCA” y “SIEMPRE”. Funcionan así:
– “NUNCA llegas a la casa temprano.”
– “SIEMPRE estás en el celular.”
– “NUNCA me escuchas.”
– “SIEMPRE te quejas.”
– “NUNCA te gustan los restaurantes que yo escojo.”
– “SIEMPRE te pones como loca.”
– “NUNCA me marcas para ver como me siento.”
– “SIEMPRE me callas cuando estoy hablando.”
Y así hay ejemplos interminables. El SIEMPRE se tropieza con el NUNCA cada dos enunciados. Y cada vez los dices con más fuerza y más seguridad. Sabiendo que el contra ataque puede ser bastante fuerte y que el pleito irá aumentando desproporcionadamente, pero en el momento no importa. El chiste es tener el diálogo perfecto para ganar el argumento.
Sabemos que el “NUNCA” y el “SIEMPRE” son dos MENTIROTAS. Pero nos gusta dramatizar así que son dos herramientas perfectas para que el otro sienta que no es una queja cualquiera la que estamos haciendo. Es LA QUEJA porque SIEMPRE y NUNCA hacen lo mismo. Lo usamos para clavar las garras con profundidad.
Lo ilógico es que también lo usamos para pedir perdón:
– “Es que SIEMPRE te pones así y no podemos hablar. Pero perdón, NUNCA vuelve a suceder.”
– “NUNCA te vuelvo a decir eso porque SIEMPRE te lastimo, perdón.”
– “SIEMPRE me siento mal cuando peleamos, NUNCA te vuelvo a lastimar.”
– “Si te molesta entonces ya NUNCA voy a usar el celular en la mesa.”
– “Ok entonces ya SIEMPRE te voy a marcar antes de escoger un plan para que estés tranquila.”
– “Mi amor, NUNCA te vuelvo a callar. Eres muy inteligente.”
SIEMPRE funciona. Como buenos humanos, nos creemos la mentirota cuando la decimos y cuando la escuchamos.