El miedo al miedo es el que más miedo da. Esa incertidumbre de no saber, y de temer. De perder el control de una situación, de ti, de tu capacidad física e intelectual. De no tener un punto específico al cual temerle. De no poder prepararte para algo en especial.
El miedo a tener miedo te paraliza. Porque por momentos te sientes segura, pero el “y si…”, te desnuda. No puedes armarte, no puedes prepararte. Es estar bien pero saber que estarás mal al esperar algo todavía peor. Y queda incierto el nivel de gravedad al que vamos destinados, pero eso es parte del desequilibrio.
Cuanto tenemos miedo a algo en especial, lo “controlamos”. Miedo a las arañas. Miedo a las alturas. Miedo a las inyecciones. Miedo a la noche. Pero hay un miedo único, el miedo al miedo, que no tiene equipaje. No tiene técnicas de control. Es como andar por la vida sin un mapa y sin luz. No sabes a dónde vas. No sabes si estarás bien o mal. No sabes, si en esa soledad, tendrás miedo. Y luego, ¿qué harás con TANTO miedo?
El miedo al miedo genera angustia. Pánico. Delirio. Nerviosismo. Genera un descontrol. Es, en mi punto de vista, uno de los sentimientos más apanicantes que hay. Es un preámbulo al inicio de la tempestad. Entonces es ver más negro lo obscuro. Más ruidoso el ruido. Es la antesala de la locura.
Yo sí, sufro de eso que le llamo, el miedo al miedo. Lo sufro cuando voy a ir, o a regresar. Cuando me veo forzada a salir de mi zona de confort. Cuando la vida me obliga a crecer.