A mis papás también les dieron, hace unos cuantos años, esa terrible noticia que les cambió la vida para siempre. Ellos fueron una de las muchas parejas que tuvieron que tomar una decisión que marcaría de forma definitiva mi camino y el suyo. El futuro de los tres. A mis papás también les notificaron, después de interminables estudios y semanas de angustia y preocupación, “Nos apena tener que darles esta noticia, pero su bebé tiene Síndrome de Down. Están en la semana indicada para abortarlo si es lo que ustedes desean. Tómense unos días para decidirlo.”
Decidieron dejarme vivir. Decidieron, juntos, entregarse a la increíble tarea de tener una hija diferente. Hoy, 6 años después, soy una niña inmensamente feliz. Yo no me doy cuenta de que soy “discapacitada”. No me siento “discapacitada”. Ni siquiera sé qué quiere decir eso. Tengo muchas capacidades. Me encanta pintar y bailar. Lo hago muy bien. Disfruto escuchar música y puedo pasar infinitas horas leyendo libros. Me fijo en cada detalle; colores, texturas, cantidad de letras, dibujos. Hoy, me siento enormemente agradecida por haberme permitido vivir. Ser quien soy.
Tomo muchas terapias. A veces me canso del esfuerzo que hago en éstas para aprender y superarme. Pienso que quiero ser una princesa como las de las películas. Eso sí sería maravilloso. Papá siempre juega conmigo, se ve que me quiere mucho. Me canta, me lee libros, me baña, me viste guapa para él y me cuenta miles de historias increíbles. Mamá es espectacular. Siempre me da la mano, me llena de besos y me presume por todas partes. La oigo cómo con orgullo les habla a todas sus amigas de mí. La forma en que me ve, me llena de amor. La adoro.
Tengo tres hermanos, los tres más grandes que yo. Siempre me tienen mucha paciencia y tratan de enseñarme todo lo que ellos ya saben hacer. A veces, pocas, se enojan cuando les hago travesuras. No las hago con mala intención, pero me equivoco y los molesto. Pasan un rato serios, pero nunca les dura. Me siento bendecida de tenerlos cerca. Son mis mejores amigos y mis más grandes maestros. No podría imaginar una vida sin ellos, así como ellos me dicen que tampoco podrían imaginarla sin mí. “Brenda, eres una maravilla. ¡Qué suerte tener un hermana como tú!.” Me lo recuerdan todos los días.
Aunque crean que no, yo estoy consciente de que tener una hija como yo no es fácil. Sé que puedo causar angustias y que es cansado saber que aunque pasen los años, mi mente continuará igual. Que me portaré como una niña chiquita cuando ya parezca una grande. Llegará un momento en que deje de avanzar en mis terapias; todo esto lo sé porque he escuchado a mis papás decirlo. Pero nunca dejaré de hacer todo para ser feliz. He oído también que me será imposible llegar a ser una gran mujer de negocios y que tampoco podré tener una familia, hijos y esposo. Cuando mamá lo dice, se le truena la voz como si fuera a llorar. Pero todo eso a mi no me importa. Lo digo con sinceridad. No me da tristeza. Realmente para mí, la vida es más sencilla, no es tan complicada. Yo solo busco un presente espectacular. Tener cerca a los que amo y a los que me apoyan diario para salir adelante, ya es para mí hermoso.
Sé también, que nunca podré devolverles a mis padres los que ellos me llevan dando todos estos años. Mi abuela continuamente dice que algún día también ellos serán viejos y les será imposible cuidarme como lo hacen ahora; entonces tendré que pasar a depender de alguien más. Aún así, estoy segura de que me dejarán en buenas manos. Como hoy, habrán muchas personas que se unan a mí por amor. Mis hermanos, mis primas, sus esposos, sus hijos. Todos los que quiero y me quieren. Esta familia que es la mía, y que considero mi mundo, mi hogar.
Nunca podré agradecerles a mis papás, como quisiera, el haberme dejado vivir. El haberme dejado respirar, ser bebé, ser alguien. Agradecerles también, el haberse enamorado de mí desde el momento en que nací aun sabiendo que yo era una bebé diferente. Que mis ojos serían más chiquitos y alargados, y la forma de mi cara también. Me doy cuenta que soy distinta a los demás, pero me siento bonita. Me siento bien gracias al amor que ellos me dan. No tengo la capacidad ni las palabras para decirles todo esto y los abrazos nunca son suficientes para demostrárselos. Solo espero, desde el fondo de mi corazón, que sepan que el amor que les tengo es infinito. Que agradezco todo lo que hacen por mi a diario, cada hora, cada minuto. Los esfuerzos sobre humanos para sacarnos adelante a todos. Por ser los mejores padres del mundo. Por arroparnos y darnos la vida que todo niño quisiera tener. Una vida de una niña sana, de una personita plena e inmensamente feliz.