Que locas nos volvemos las mamás con la lactancia. No para de impresionarme este tema. Muy delicioso y romántico. En fotos parece que siempre hay música de bebés de fondo. Un show maternal de lo más conmovedor… pero QUE PESADO ES. No tanto el acto en sí, sino el rollo psicológico por el que pasan las mujeres. Quedan por unos meses o años, bastante dañadas. Es su principal tema de conversación y las tortura día y noche. Leen sobre lactancia. Hablan sobre lactancia. Respiran lactancia. Piden ayuda a la Liga de la Leche. Sueñan con leche. Se juntan con amigas para pedir opiniones. Tratan de que el marido las entienda. Y al final se ven en el espejo y no entienden qué les está pasando. Es como estar poseída.
Y es que crecemos con este rollo de que la buena mamá es la que da pecho desde que nacen y el mayor tiempo posible. Si le puedes ganar al tiempo que tu mamá te dio a ti, mejor. Eso te llena de orgullo. Es como la meta principal. Luego el tiempo de tu hermana o tus amigas. Eso garantiza un mejor rol materno. Y si puedes ganarte a ti misma, uy, eso sí es un éxito total.
Es real, sí sentimos que de alguna forma nos van a premiar por dar una buena lactancia. Por estar ahí para el bebé incondicionalmente. Yo me acuerdo que no pude dar mucho tiempo, y cuando se lo quité, pensaba “ah claro, ahora cualquiera puede ser su mamá.” Qué locura. Y fui a pedir ayuda a la Liga de la Leche, como muchas. Nunca se me va a olvidar el gran consejo que me dieron que NUNCA pude lograr. “Para que te salga más leche debes pensar en todo lo que tenga que ver con agua. Imagínate fuentes, ríos, cascadas, agua que corre y corre, que cae. Como si estuvieras excitando tu mente. Esto funciona increíble” ¿Excitando a mi mente? ¿Qué? ¿Cómo? Entendí que ésta era la pornografía de la lactancia, pensar en agua que corre. No sabía si reír o llorar. Tomé medicinas para incrementar la Prolactina. Me puse aparatos para pasar fórmula por mi pecho. Todo, todo, todo, con tal de seguirle dando. Y no pude. Y sentí que me desgarraba por dentro. En el momento, ese dolor se siente más real que nada. Sientes que se desprende el bebé de ti y que ya no va a saber quién es su verdadera madre. Que cualquiera puede darle una mamila, pero solo tu podías darle ese pecho materno que los conectaba.
Claro que hoy que lo veo para atrás, 7 y 3 años después, veo que la única madre de mis hijos soy yo. Con o sin darles pecho. Nadie los amaría como los amo yo. Y nadie los soportaría como los soporto yo. Nadie, pero nadie, les daría la cantidad de besos que les doy yo. Ni se despertaría todas las noches para asistirlos. Ninguna otra se pasaría días pensando en qué escuela meterlo. En qué darle de cumpleaños. En cómo hacerlos más felices. Pienso en lo que lloré cuando los dejé de lactar, y ahora se me hace ridículo. Pero en ese momento sentí que moría de tristeza.
Entonces, cuando te sientas a platicar con una lactante, sabes que está viviendo un mundo muy único. Que su mente está en “no se llenó, si se llenó, salió suficiente, tengo reserva en el congelador, me urge sacarme, ya no me sale como antes, voy a complementar con fórmula, me están explotando las chichis, no sé si voy a poder seguirle dando…” Y no las puedes juzgar, en verdad están poseídas.
Y la culpa que da cuando por fin le das la fórmula y ves que le gusta… Cuando de pronto te das cuenta que ya toma más de la mamila que de ti. Que se está acabando la lactancia. Que tu bebé creció o que no pudiste darle lo que tu hubieras querido. Lo que te dijeron que debiste haberle dado. Esa culpa es ENORME. Te persigue todo el día. Te hace sentirte mala madre. No importa si te desvives por el bebé las 24 horas del día, esa culpa hace que todo pierda valor.
Y entonces algunas quisieran que quedara como tranquilizante psicológico, el poderle dar pecho como chupón por un tiempo. Aunque no salga ni una gota de leche. Aunque no sea para nutrirlo. Aunque el bebé ya haya crecido y se come la mesa entera con sus propios puños. Quisiéramos poder seguir ofreciéndole el pecho para calmarlos. Para demostrarles que nosotros tenemos exacto lo que ellos necesitan para sentirse relajados. Para caer dormiditos. Para sentirnos buenas madres. Pero no se puede. No puedes seguir ofreciendo tu pecho después de que la leche se va. Se acaba y lo tienes que aceptar. Y eso duele mucho. Duele mucho decirle adiós a la lactancia. Y duele más cuando el bebé lo extraña.
Pero con el tiempo todo pasa. Así es. Y la lactancia queda en el pasado como un buen o mal recuerdo. Al menos por unos años en lo que tienes al siguiente bebé. O para siempre, si sabes que ya terminó tu tiempo de lactar en esta vida. A muchas las alivia, a otras les duele. Finalmente todas queremos ser las mejores madres y este reto inicial es difícil. Muy difícil y bastante enloquecedor. Pero la vida materna está llena de oportunidades diarias para ser una excelente madre. Para dar amor incondicional. Para sentirnos plenas por ser las mamás que siempre quisimos ser.
Jajaja gracias por leerlo. Te mando mil besos.