Madres, Ya Soy Mamá

Así te despiertas, un día, llena de leche, sudando por las hormonas, agotada por la nueva vida y con un bebé llorando de fondo. De pronto, entre la obscuridad, el reloj que marca 3:00 a.m. y tu cuarto que ha dejado de ser tuyo, te das cuenta que tu vida ha cambiado para siempre. Que tus pensamientos encontraron una nueva obsesión. Que acabas de crecer años en un par de días. Ahora un bebé depende totalmente de ti. Ahora, un bebé, que tiene tus ojos y tus manos, solo quiere estar contigo, olerte, sentirte, verte y escucharte. Y entonces respiras, asumes tu cansancio, lo abrazas y piensas, “¡Madres, ya soy mamá!”.

Dos años y medio. Primer día de clases y justamente tu hijo y tu estás en plena angustia de separación. ¿Angustia de separación? ¡No! Ese día se siente como si te lo arrebataran. No se llama angustia, se llama desesperación, crisis, dolor, infierno, tristeza, sufrimiento y depresión. Todo en uno. Y empiezas a cuestionarte. ¿Estaré haciendo bien? ¿Lo dejo llorar? ¿Lo rescato? ¿Estará demasiado chico? ¿Y si me lo quedo en mi casa más tiempo? ¿Y si le doy clases yo? ¿Lo estaré traumando para toda la vida? Y mientras, vas saliendo de la escuela, escuchando sus llantos y gritos en el salón, “Mamá, no te vallas. Regresa mamita”. Cierran la puerta, te subes al coche y respiras tragando lágrimas y aguantando ese triple nudo en la garganta. “¡Cómo duele esto!” Nunca pensaste que iba a ser tan duro. Y piensas, “¡Madres, cómo duele ser mamá!”

6 años. Graduación de Kínder. El chiquito se hizo grande. Toga y birrete. “¿Quién se llevó a mi bebé? ¿Cuándo creció tanto?” En el escenario canta y baila. Muy seguro de sí mismo. Te busca, te agradece con una mirada y una sonrisa. Sabe, y sabes, qué está ahí gracias a ti. Que lo haz apoyado todos los días a crecer. A tener amigos. A entender las lecciones de la vida. Que haz sido tu la que le ha enseñado el valor que tiene en este mundo. Lo maravilloso que es. Ahora se convierte en un niño de primaria. Se irá en camión a la escuela, sin ti, sin tus apapachos ni tus canciones en el coche. Se despertará más temprano y escogerá su ropa él solo. Y mientras lo ves ahí, sentadito en una silla minúscula pero perfecta para él, te das cuenta que este amor que le tienes es infinito. Que lo amas. Y piensas “¡Madres, que bendición es ser mamá!”.

15 años y empiezan los verdaderos problemas. Empiezan las fiestas, los viajes, las malas influencias, el alcohol y las novias. Empieza la supuesta independencia en un niño que sigue siendo dependiente. Ya no sirve subir la voz, ya no te tienen miedo. Se sienten fuertes, grandes, inteligentes. Se empiezan a ver guapos. Y ese cuarto que era también tuyo, ese cuarto del que te rogaban que no salieras, ahora ya no te abre las puertas. Ya no te da la bienvenida. “Ma, quiero estar solo.” ¿Dónde quedaron las noches agarrados de la mano? ¿Dónde quedaron las canciones de cuna, los súper héroes en las paredes, el osito de peluche y el beso delicioso de buenas noches?. Te vas caminando a tu cuarto, sola. Te metes a tu cama, respiras con una enorme melancolía en tu corazón y piensas “¡Madres, ya olvidaron a mamá!”.

28 años y llegó la boda. Te sientes joven pero sabes que los años ya te alcanzaron. El joven es ahora tu hijo. Se va a casar. Se lo vas a entregar a otra mujer. ¿Y si no lo quiere como él a ella? ¿Y si no lo cuida? ¿Si no le hace de comer y le tiene su ropa sucia? ¿Y si lo lastima? Ya no puedes hacer nada. Todo eso que podías manipular años antes, ya no puedes ni siquiera comentarlo. Ese bebé ya es ahora un hombre que se va de tu casa. Su cuarto todavía tiene en un rincón esa caja llena de juguetes viejos. El Superman favorito y el osito que tanto amaba. Sus tarjetas de futbolistas favoritos y su colección de trajes de soccer. Adiós a sus risas en la casa. Todavía puedes recordar cuando gateaba a tu cuarto y se sentaba a esperarte salir de la cama para jugar a las 6:00 a.m. Todavía te llegan recuerdos de sus épocas de jugar fut en el pasillo y gritar “goooool” viendo partido tras partido. Hoy deja un hueco enorme y se va. Y estás ahí, parada alado de él. El hombre más guapo, vestido de smoking, listo para entregarlo a su mujer. Y lo ves, te ve, sonríen, y piensas “¡Madres, se le va su bebé a esta mamá!”.

32 años. Todos más grandes y más viejos, recibimos la noticia. Mi hijo se convierte en papá. Y te das cuenta, que todos esos años que le dedicaste a tu recién nacido, a tu bebé, a tu niño, a tu adolescente y a tu joven, están dando los mejores frutos. Te sientes orgullosa del señor que llega a la casa en traje para abrazar a su mujer. Te sientes inmensamente feliz de saber que tú hiciste a ese ser tan especial. Tan lleno de luz, de ánimos, de valores, de amor, de salud y de vida. Que todos esos años que te desvelaste, que te parabas a media noche para abrazarlo en la mecedora esperando a que le bajara la calentura… Todos esos años que jugaste fut con él, qué lo llevaste a la escuela y lo recogiste con una enorme sonrisa y una sorpresa… Esos días de educación y esos días de diversión, todo eso, todo, valió la pena. De repente, cuando ese hombre se acerca a ti, te enseña la foto de su bebé, te abraza, y te dice “gracias mamá”, sientes el llanto que te rebasa, lo amarras a ti y piensas “¡Madres, ya soy ABUELA!.”

Ahora, cuando la casa se siente vacía y sola, y rebotan los recuerdos de pared en pared, me tomo el tiempo de ver fotos. Me tomo el tiempo de viajar al pasado para recordar. Estoy ahí, embarazada y feliz. En el hospital con un bebé recién nacido en mi pecho y mi esposo con ojos de orgullo. En fiestas infantiles brincando con los niños pintados de animalitos. Acostados en la cama un día de gripa con sus pijamas favoritas. Brincan y brincan fotos de risas, de historias, memorias, instantes. ¡Qué divertido fue ser mamá! ¡Qué cansado y qué maravilloso al mismo tiempo! Todo es un pasado que ya no puedo tocar. Mis hijos ya son grandes. Soy abuela. La mejor abuela del mundo, sí. Como fui, y siempre será, la mejor mamá del mundo. Porque el premio me lo di yo. El diploma lo hice yo y le puse mi nombre. Debbie Chamlati, la mejor mamá. Porque para mí, como para ti y todas las mamás del mundo, todos los días, las 24 horas, eran y son, “El Día de las Madres”. Felicidades.

1 Comment

  1. Raquel Tacher

    Muy bueno, Buz, todas las madres hemos pasado por eso y nos merecemos nuestro festejo!

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