Reparando Sexos Irreparables

  
Tema polémico. ¿Listos? Ok.

El asunto es este aferre a lo adecuado y desadecuado de acuerdo a la sexualidad. Naces y te envuelven en una colcha, rosa o azul. No es cuestionable. No hay amarilla, “just in case you change your mind”. ¡No! Porque ni siquiera “queremos” ese cambio de mente. Mucho menos, pero muuuucho menos, ese cambio de sexo.

Entonces surge que con esa colcha de color rosa, vienen también incluidos, un millón de deseos, fantasías, ideales, morales, etc. Viene incluido el moño morado, el cuarto de princesas, las clases de ballet, el vestido de novia, los 2, 3 o 4 hijos que va a tener, el clóset lleno de tutus, tacones y braziers…

Y surge también, que con la colcha azul vienen sueños de un hombre guapo, trabajador, muy muy masculino, noviero, boxeador, futbolista, doctor, el más atrevido con “las viejas”, padre de 2, 3 o 4 hijos, marido ejemplar y el sostén económico de la familia.

Entonces pasan los años. Pasan y los niños y niñas crecen. Pero no se van haciendo como nadie. Simplemente van creciendo y empiezan a ser quien ellos ya son desde que se crearon en el vientre. Claro que aprenden de sus padres, de familiares, de amigos. Pero no cambian quienes son, simplemente adquieren formas de representar lo que ya son.

Ahora el escenario es el siguiente. Un teatro de ballet. Un concurso importante que te marca para la carrera de bailarina…o bailarín. Entro, y veo un hombre vestido de Aladino. Pantalón azul, sin blusa y zapatillas blancas. Un bailarín que volaba por el teatro. Espectacular. Se comió al público entre piruetas, saltos, gestos, y mucho más. A mi me dejó totalmente impactada. Y claro que también vi a las bailarinas. Divinas, flacas, muuuy flacas, bailando como siempre soñaron bailar. Pero bailarinas normales, y ya.

El otro escenario, una cancha de Soccer profesional. Dos equipos muy buenos, dos entrenadores, y mucha porra. Las integrantes de los equipos eran todas mujeres. Todas con piernas fuertes, tratando de morder la pelota con sus tacos y meter gol. Se desgarraban en la cancha. Dejaban todo en el pasto, entre miradas asertivas y gritos del “coach”. Y claro, también habían en la banca, dos equipos de futbolistas masculinos, muy maduros y listos para destrozarse en el siguiente campeonato. Pero futbolistas normales, y ya.

¿Cual es la diferencia entre estos dos escenarios? TODO y NADA. Esas colchas rosas y azules, revolviéndose entre mundos con prejuicios y juzgadores. No son niños que quieren ser niñas, ni niñas que quieres ser niños. No son hombres que quieres ser mujeres, ni mujeres que quieren ser hombres. Son seres independientes, con pasiones. Como todos. Son humanos.

Pero claro está, sin que tenga yo que decirlo con mucha claridad, que la futbolista femenina es aplaudida. La futbolista es aceptada en casa desde los 5 años. Ella SÍ puede contarle a papá que quiere jugar fut. Ella SÍ puede ir de la mano orgullosa a sus partidos, pedirles que le amarren sus tacos y ver a sus papás desvivirse pidiéndole un gol. Premiándola a besos por ser una gran gran futbolistA.

Pero para ese niño envuelto en su gran M de MASCULINO, el ballet, el baile, la expresión corporal, queda vetada de toda aceptación. El NO puede salirse de las normas azules. El NO puede querer ser nada fuera de lo que sus padres (o su padre), quieren para él. El NO puede pedirle que lo acompañen a una competencia de ballet y pedirles que le pongan su payasito. El NO puede ser él.

¿Por qué? ¿Por qué esta idiota manera de pensar? ¿Por qué esta cárcel de cristal? Que irreal entonces, querer ir a una obra en BellasArtes a ver el mejor show de Joaquín Cortés, pero no aceptar que tu hijo quiera bailar desde los 5 años. Qué ilógico disfrutar películas de Fred Astaire bailando pero no permitirle a tu niño desenvolverse con la música. ¿Cómo creen entonces que empiezan los grandes bailarines? ¿Por qué crees PAPÁ O MAMÁ, que eso lo hace menos valioso que tu?

Tantos hombres y mujeres que no saben aceptar a un hijo que nació de ellos. Que fue creado por ellos. Tantas mujeres que no aceptan a sus hijos tal y como Dios los mandó a su mundo. ¿Como pretendemos ser sociedades tolerantes si no toleramos lo que nosotros mismos creamos? No toleramos los deseos de nuestros propios hijos. Sus pasiones. Por el “qué dirán”, “el deber ser”. Ir matando vidas que se vuelven robots en un mundo que de por si es cruel. Cruel para el que vive sin apoyo de la gente que más ama y cruel para el que ve sus sueños morir.

Entonces, me tomo el espacio para felicitar a los padres que saben apoyar a sus hijos. Que saben escucharlos. Que saben admirarlos. Que los aman de verdad tal y como son. Felicito a la madre que le permite a su hijo vestirse de bailarín, y felicito al padre que sabe bailar con él. Felicito a la madre que le permite a su hija jugar Soccer y al padre que le ayuda entrenar. Porque nunca sabes cuanto te duren en esta vida esos hijos que quieren seguir sus sueños. Más vale hacerlos sonreír hoy, que los tienes, que son todavía tuyos.

Felicito a los que saben tolerar las diferencias y crean personas únicas e irrepetibles en este mundo. Finalmente, eso es lo que deberíamos ser todos, únicos, irrepetibles y libres.

 

1 Comment

  1. Margie

    As always

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