Hoy viernes, mi artículo es sobre la crisis semanal del inicio de clases. Para algunas mamás con hijos grandes, esto ya no pasa. Al revés, es una alivio ese primer día después de tanta vacación. Pero para los chiquitos que dejan la casa para entrar por primera vez a la escuela, es todo un drama. En este artículo proyecto la angustia tanto del hijo como del padre al tener que separarse y entrar a la escuela solitos. Espero les guste y lo compartan. Abrazos.
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Papito,
¡No te vayas, ven por mí, no me dejes aquí! Papi, no quiero quedarme en este lugar, sola, con personas desconocidas. Tu me has enseñado a no irme con extraños, y hoy me dejas con puras caras ajenas. No sé si me lastimen, si entiendan cuando hablo, si me quieran. Tengo miedo de estar aquí, terror. Nunca había sentido esto papá, nunca. ¿Por qué me dejas? ¿Ya no me quieres? ¿Ya no quieres que esté en la casa contigo? ¿Qué hice mal?
La maestra tiene un nombre raro y a veces se me olvida. Tengo pavor de hablarle. ¿Y si es una bruja? Hay mucho niños aquí, no los conozco. Algunos están llorando como yo. Tenemos temor a todo y ustedes no nos escuchan. ¿Qué pasa? Por favor regresa, papá, dame la mano, abrázame, llévame contigo. Te prometo portarme bien, de verdad. Te prometo ser una buena nena y no hacer travesuras.
No quiero ensuciar mi pañal. No quiero tener que hacer popó. ¿Y si nadie me quiere limpiar o me lastiman al limpiarme? Creo que voy a estar muy sola hoy. ¡Este es el peor día de mi vida! ¡Qué triste estoy! Me duele mi pancita y no puedo parar de llorar. Tengo muchos mocos. La maestra dice que ya no llore, que pronto vendrás por mí. ¿Qué es pronto? ¿pronto es hoy? No entiendo. Ya quiero que sea “pronto”.
Te extraño, papá. ¿Está mal? Quiero un abrazo, pero no puedo pedirlo. Hay muchos juguetes aquí pero no los quiero agarrar, me da pena, me da preocupación. ¿Y si los rompo y me regañan? ¿Y si me pegan? Mejor me quedaré viendo la puerta todo el día, a ver si regresas como me dijiste. Por favor no me falles. Por favor ven, “pronto”. De verdad yo te amo, papá. No me dejes para siempre.
Tu bebé Mila.
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Mila,
Mi chiquita, no sé ni por dónde empezar a explicarte lo que sentí hoy. En cuanto me subí al coche se me salieron las lágrimas. ¿Será normal? Supongo. Me destrozó ver tu cara empapada con miedo. Por más que traté de hacerte este día más sencillo, más fácil, fue imposible. Parecía que estabas emocionada cuando hablábamos de amigos nuevos. De los juegos, los libros, los bloques de armar y tu mochila de princesas. Parecía que estabas lista para dejarnos y entrar a tu salón solita, sonriendo, como una niña “grande”. Parecía, pero no.
Y es que esta vez no era un berrinche, y eso es lo que más me duele. Esta vez realmente necesitabas que te abrazara, que te envolviera en mis brazos y te llevara de regreso a la casa, y no pude. No pude darte lo que querías. Tuve que soltarte, verte encerrada en tu propio sentimiento. En tus miedos, tus ansiedades, tus fantasías. Por primera vez tuve que verte sufrir por hacer lo que sé que es mejor para ti. Lo que “todos” los niños hacen a tu edad. ¿Te defraudé, mi bebé?
Nunca pensé sentir esto. He escuchado cómo otros platican de lo que han sentido. Amigos y amigas que hablan de ese “primer día de clases” y siempre creí que para mí sería más sencillo. Que tonto fui. Estaba muy seguro de que no me surgirían esas emociones encontradas ni sentiría cómo se me enreda la garganta con ganas de llorar. Pero hoy, mi amor, desnudaste mis sentimientos. Me desarmaste por completo. El hombre más vulnerable del mundo.
Desde el coche, en camino, venía temblando tu boquita. Tus ojos muy abiertos tratando de guardar lágrimas que se tropezaban una con la otra para salir. Los esfuerzos que hacía tu cuerpecito de dos años para tratar de controlarse. “Mi bebé tiene miedo”, pensaba, y te estiraba mi brazo mientras manejaba para tratar de decirte que todo estaría bien. La verdad es que yo también me sentía igual. Me hiciste recordar mucho, momentos de mi vida en los que yo sentí ese mismo terror. Esas mismas ganas de llorar. Ese miedo a la soledad. A lo desconocido.
Pero es que es momento de que empieces la escuela. Es momento de entrar a este mundo de pequeños adultos. ¿Cómo te lo explico? ¿Cómo te digo que te tengo que dejar? ¿Que yo tampoco me quiero ir pero que tienes que quedarte? Me pregunto, ¿qué te quedarás pensando de mí, de papá que se va? Mi reina hermosa, no me voy para siempre, es solo un par de horas. Así funciona. ¿Me entiendes?
Salí de tu escuela con la cabeza gacha, los hombros escurridos y toda mi “adultez” tirada a la basura. Oía todavía tus gritos; “papi, no te vayas, ven por mi, papi, papá”. ¡Qué inmenso dolor! Nunca había sentido algo así. Y ahora, ¿de dónde saco las fuerzas para hacerte crecer? ¿Para soportar a veces verte llorar por tristeza, por soledad, por desamor…? ¿De dónde saco el valor para ser el papá que educa causando este tipo de sufrimiento?
Chiquita, quiero que sepas que hoy no pude trabajar en la oficina. Todo el día estuve pensando en ti. En tus ojitos cafés, tus pelo, tu trajecito rosa y tu enorme dolor y miedo a mi abandono. Hoy me sentí el peor papá del mundo y lo único que quiero es regresar a ti. Quiero hablar con la maestra, saber si pudiste parar de llorar. Necesito saber si estás jugando y cuántos amigos has hecho. Me urge que me digan que estás bien. Aunque siento, tontamente o no, que este recuerdo te dejará marcada para siempre. Siento que nunca, nunca, olvidarás lo que te hice hoy. Quiero abrazarte, besarte, consentirte y escucharte. Que me sientas cerca y sepas que no te dejé por maldad. Que soy tu papá y que siempre trato de hacer lo mejor para ti.
Quiero decirte que hoy aprendí que vivir contigo es sentir y aprender algo nuevo cada día. Que sé que tú me llevarás por la vida enseñándome qué te gusta y qué no. Que me ayudaras a darte una vida segura y llena de amor. Eres lo más importante para mí, y que haré siempre lo imposible porque seas feliz. A veces tú no te darás cuenta de eso, pensarás que no es así, pero algún día lo entenderás. Algún día cuando seas mamá y vivas lo que hoy viví yo.
Te amo.
Tu papi.
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